Cuidar nuestra piel diariamente

La piel ocupa en mi trabajo de estética facial y corporal uno de los papeles protagonistas. Digo bien “uno” porque no podemos olvidar que nuestra piel refleja muchas otras realidades internas, tanto físicas, como psicoemocionales y espirituales.

Cuidar de nuestra piel es un cuidado diario que nos lleva a desarrollar hábitos de vida saludables, un compromiso que nos ayudará a sentirnos mejor con nosotros mismos.
Vamos a conocerla un poquito más, aunque sea ahora brevemente miremos este universo que nos envuelve.

Nuestra piel es el ÓRGANO más grande, 2 metros cuadrados de superficie, y más pesado de nuestro cuerpo, puede pesar entre 4 y 10 Kg. en un adulto, por lo que merece un tratamiento especial.

Nuestra piel tiene funciones específicas de una importancia decisiva:

Nos protege del mundo exterior, de los factores externos, como de la polución, de golpes, del ataque de microbios –función inmunitaria, de los rayos ultravioletas.
Mantiene la temperatura de nuestro cuerpo. También juega un papel importante respecto a la síntesis hormonal –vitamina D y diferentes hormonas.
Además es un órgano vinculado a nuestra comunicación con el mundo exterior a través del tacto y de las sensaciones. Por su color, su textura y su cualidad posee pues también una innegable función psico social.
Nuestra piel refleja aquello que sentimos: vergüenza, escalofríos, sudores fríos, expresa nuestros sentimientos.
En la piel se alojan también estos órganos: las glándulas sudoríparas, las glándulas sebáceas, las uñas (compuestas de queratina) y los pelos (folículos pilosos).

Nuestra piel está formada por tres capas superpuestas: epidermis, dermis e hipodermis. Las dos últimas aseguran su estructura fibrosa. Su espesor varía entre 0.5 y 5 mm, según las zonas del cuerpo. Así, por ejemplo, tenemos una piel gruesa en las palmas de las manos y una piel fina en los párpados.

La epidermis es la capa superior de nuestra piel, su gran vitalidad se expresa en una constante renovación. El ciclo de vida de cada célula de la epidermis, llamadas queratinocitos, es de 20 días, se convierten en células muertas que se desprenden. Los queratinocitos son células que producen la proteína denominada queratina, que es insoluble en el agua, contribuye a proteger la piel. Como la epidermis está en contacto continuo con el exterior sus características físicas asocian tres elementos: elasticidad, impermeabilidad y resistencia.
Nuestra epidermis está desprovista de vasos sanguíneos para evitar así la comunicación entre interior y exterior, es decir, si nos hacemos un corte superficial no se produce sangrado y se desprende tan sólo una fina película de piel. Nuestra epidermis está compuesta por los queratinocitos; melanocitos que están en una capa más profunda y producen la melanina, el pigmento de nuestra piel que además absorbe la luz y protege a las células cutáneas de los nocivos rayos UV; células de Merkel que permanecen en contacto con las terminaciones nerviosas, juegan un papel importante en el tacto; y células de Langerhans, se ocupan de detectar en cuerpo a los intrusos que han penetrado por la epidermis, los captura y los transporta a los ganglios en la dermis lo cual desencadena una reacción inmunitaria.

La dermis es el tejido que sostiene la piel y sí está vascularizada para poder aportar a la epidermis energía y nutrientes, y también contribuye a la termorregulación del cuerpo y a la curación de las heridas. Está compuesta por agua, glicoproteínas; los fibroplastos, que están cerca de la epidermis principalmente, y producen dos tipos de fibras proteínicas, el colágeno y la elastina, la red fibrosa de la dermis.

La hipodermis es la capa más profunda y espesa, se une a la dermis a través de fibras de colágeno y de elastina, y le permite a aquella actuar como reserva energética. Esencialmente está compuesta de adipocitos, de células especializadas en el almacenamiento y liberación de las grasas, las envía a través de los vasos sanguíneos a la circulación cuando el cuerpo las necesita para tener energía, o cuando se hacen esfuerzos intensos. También tiene vasos linfáticos y tejido conjuntivo. Estos adipocitos también contribuyen a la termorregulación del cuerpo ya que la grasa es el aislante idóneo.


El COLÁGENO es una proteína de naturaleza glicoproteíca fibrosa y es la más abundante en nuestro organismo. Representa un 70% de la trama de la dermis. Es uno de los componentes esenciales de nuestro organismo, un 25-30% del tejido conjuntivo. Cuando el colágeno abunda la piel aparece suave y sin arrugas, como vemos en la piel de un bebé.

Compone las fibras blancas de la piel, huesos, tendones, cartílagos y todos los tejidos conjuntivos, lo segregan sus células. Sus principales funciones son: asegurar la cohesión, la elasticidad, la resistencia mecánica y la regeneración de los tejidos de nuestro organismo. Una parte de la autoregeneración de nuestro organismo se realiza gracias al proceso de síntesis de las proteínas que necesita el colágeno como catalizador. Es necesario en los procesos de cicatrización.

Nuestro cuerpo deberá producir el colágeno ya que no lo puede aportar la alimentación (pero algunos alimentos favorecerán la síntesis del colágeno, como aquellos que contienen zinc, un oligoelemento  presente en nuestra piel, cabello y uñas, ver consejos dietéticos). Esta producción disminuye con la edad, a partir de los 40 años en un 1% cada año, pero también a causa del estrés, como consecuencia de los esfuerzos físicos intensos, de las infecciones que se sufren, de la polución, por el consumo de tabaco y el consumo de alcohol.

La disminución de la producción de colágeno repercute en el funcionamiento de numerosos órganos y tejidos e influye notablemente en la manifestación de los reumatismos y de la artrosis.
El colágeno es importante para evitar la aparición de la osteoporosis.
La elasticidad de las paredes de las venas y arterias depende de él, nuestro sistema vascular depende del colágeno.
Las paredes de nuestros ojos, el cristalino, también están constituidas por colágeno. También las uñas y los cabellos.

Es importante mantener nuestro stock de colágeno y ayudar a evitar su degradación, inevitable con el paso del tiempo. Para ello cuidemos nuestra dieta y procuremos todos los días dedicar unos minutos, al menos, a la relajación consciente (meditación, respiración rítmica, yoga, taichi, etc.).



La ELASTINA es una proteína fibrosa que garantiza la firmeza, la tonicidad y la elasticidad de la piel evitando así que aparezcan las arrugas. La elastina es segregada por los fibroblastos, esencialmente durante el período de crecimiento. Su síntesis disminuye con la edad ya que empiezan a disminuir los fibroblastos y ello conlleva la manifestación de una lentitud en el proceso de renovación del colágeno y la elastina, así pues se pierde elasticidad y tonicidad. Como consecuencia de ello tenemos el envejecimiento cutáneo y la aparición de estrías, por ejemplo. Por supuesto la exposición a los rayos ultravioletas aumenta la degradación de la elastina.

Favorecerá el aumento de elastina la luteína, que no la fabrica el cuerpo, y es un antioxidante que podemos encontrar en los vegetales de hojas verdes (espinacas, col rizada), en frutas, yemas de huevo y maíz. Y otra vez menciono que el contenido en cobre ayuda a sintetizar también la elastina. Será importante aportar al organismo complementos, como el extracto de semilla de uva que favorece mantener los niveles tanto de colágeno como de elastina, y antioxidantes - como la vitamina E y la C- contribuirán a mantener la piel en buen estado.

La elastina permite a las células unirse y favorece la formación de los tejidos. Por ello el buen funcionamiento de los pulmones, vasos sanguíneos, tejido conjuntivo, ciertos tendones y cartílagos está vinculado a las características de la elastina.

La elastina puede estirarse hasta un 150% de su largo en reposo antes de romperse. Así pues la flexibilidad de los tejidos depende de ella, permite que un tejido se estire y que luego retorne a su estado inicial.

La elastina está presente al 40% en las arterias elásticas, como la aorta y sus nudos, y también en las arterias pulmonares, en comparación al 10% que aparece en las arterias musculares. Según envejecemos y perdemos elastina se va produciendo una rigidez en las arterias. Su papel es primordial en la distribución de la sangre en el organismo tras cada latido del corazón.

La elastina está presente en las paredes de los alvéolos pulmonares, así pues es responsable de la expansión alveolar cuando inspiramos y de la compresión alveolar cuando expiramos.

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